By Dr. Martin Aróstegui
with the assistance of ChatGPT

On a recent trip to North Carolina to visit my daughter Danielle, I decided to venture into the woods, hoping to photograph black bears that had been reported in the area. As I stepped deeper into the forest, I was greeted not by the shuffle of heavy paws or the cracking of twigs under a bear’s weight, but by a sound I hadn’t heard since traveling through Central America—a high-pitched, pulsating buzz that filled the air. It was unmistakably the chorus of cicadas. Curious, I peered into the nearby bushes and was amazed to see them up close: dozens of cicadas in various stages of life, clinging to leaves and bark, some freshly emerged, others still locked inside their exoskeletons. Witnessing this unexpected spectacle reminded me of the remarkable and complex lifecycle of these insects—one of nature’s most fascinating stories.

Cicadas are known for their unique life cycles, which can be broadly categorized into annual and periodical species. While annual cicadas emerge every year, periodical cicadas—most notably in North America—spend the majority of their lives underground, surfacing en masse in cycles of either 13 or 17 years. This extraordinary adaptation is thought to help them evade predators by overwhelming them with sheer numbers during emergence years, a phenomenon known as predator satiation.

The lifecycle of a cicada begins when a female lays hundreds of eggs in slits she carves into the bark of tree branches. Within a few weeks, the eggs hatch into nymphs, which then fall to the ground and burrow into the soil. There, they attach themselves to the roots of trees and other plants, feeding on the sap. This subterranean phase can last for several years—in the case of periodical cicadas, over a decade—during which the nymphs molt through five instars (developmental stages).

When the time is right, usually prompted by a combination of soil temperature and internal biological clocks, the nymphs tunnel to the surface and climb onto vertical surfaces such as tree trunks or fence posts. There, they undergo a dramatic final molt, shedding their exoskeletons to reveal soft, pale-bodied adults. Within hours, their wings harden, and their coloration darkens.

Adult cicadas live for only a few weeks, during which their primary goal is reproduction. Males gather in groups and produce loud, rhythmic songs by vibrating membranes on their abdomens called tymbals. Each species has its own distinct call, which helps females locate suitable mates. After mating, females lay eggs, and the cycle begins anew.

Despite their loud presence, cicadas are harmless to humans and play an important ecological role. They aerate soil during their emergence, serve as food for a wide array of animals, and contribute nutrients to the forest floor as they decompose.

Encountering cicadas again in the woods of North Carolina reminded me how easily we can overlook the quiet dramas unfolding beneath our feet. Their lifecycle, timed and tuned with such precision, is a humbling testament to the intricacy of nature.

El Ciclo de Vida de las Cigarras

Por el Dr. Martin Aróstegui
Con la asistencia de ChatGPT

 En un viaje reciente a Carolina del Norte para visitar a mi hija Danielle, decidí adentrarme en el bosque con la esperanza de fotografiar osos negros que se habían reportado en la zona. Al adentrarme en el bosque, no escuche el crujido de ramas bajo el peso de un oso, sino un sonido que no había oído desde mi viaje por Centroamérica: un zumbido agudo y pulsante que llenaba el aire. Era, sin duda, el coro de cigarras. Curioso, miré hacia los arbustos cercanos y me asombró verlas de cerca: docenas de cigarras en diversas etapas de su vida, aferradas a hojas y corteza, algunas recién nacidas, otras aún encerradas en sus exoesqueletos. Presenciar este espectáculo inesperado me recordó el extraordinario y complejo ciclo de vida de estos insectos: una de las historias más fascinantes de la naturaleza. Las cigarras son conocidas por sus singulares ciclos de vida, que pueden clasificarse en especies anuales y periódicas. Mientras que las anuales emergen cada año, las periódicas, sobre todo en Norteamérica, pasan la mayor parte de su vida bajo tierra, emergiendo en masa en ciclos de 13 o 17 años. Se cree que esta extraordinaria adaptación les ayuda a evadir a los depredadores al asustarlos con una gran cantidad de ejemplares durante los años de emergencia, un fenómeno conocido como saciedad de depredadores.

El ciclo de vida de una cigarra comienza cuando la hembra pone cientos de huevos en ranuras que excava en la corteza de las ramas de los árboles. En pocas semanas, los huevos eclosionan y dan lugar a ninfas, que caen al suelo y se entierran en él. Allí, se adhieren a las raíces de los árboles y otras plantas, alimentándose de la savia. Esta fase subterránea puede durar varios años —en el caso de las periódicas, más de una década— durante la cual las ninfas mudan su cuerpo a través de cinco estadios (etapas de desarrollo). En el momento oportuno, generalmente impulsado por una combinación de la temperatura del suelo y los relojes biológicos internos, las ninfas excavan túneles hacia la superficie y trepan a superficies verticales como troncos de árboles o postes de cercas. Allí, experimentan una muda final espectacular, desprendiéndose de sus exoesqueletos para revelar adultos blandos y de cuerpo pálido. En cuestión de horas, sus alas se endurecen y su coloración se oscurece.

Las cigarras adultas viven solo unas pocas semanas, durante las cuales su objetivo principal es la reproducción. Los machos se reúnen en grupos y producen cantos fuertes y rítmicos mediante la vibración de membranas en su abdomen llamadas timbales. Cada especie tiene su propio canto distintivo, que ayuda a las hembras a encontrar parejas adecuadas. Después del apareamiento, las hembras ponen huevos y el ciclo comienza de nuevo.

A pesar de su ruidosa presencia, las cigarras son inofensivas para los humanos y desempeñan un importante papel ecológico. Airean el suelo durante su emergencia, sirven de alimento a una amplia variedad de animales y aportan nutrientes al suelo del bosque durante su descomposición. Encontrarme de nuevo con cigarras en los bosques de Carolina del Norte me recordó con qué facilidad podemos pasar por alto los dramas silenciosos que se desarrollan bajo nuestros pies. Su ciclo de vida, sincronizado y ajustado con tanta precisión, es un humilde testimonio de la complejidad de la naturaleza.